28 noviembre, 2009

El experimento de Skinner sobre superstición en palomas: una explicación alternativa

Es enormemente conocido el experimento de Skinner sobre “superstición” en palomas. Éste consistía en la presentación, cada 12-15 segundos, de una dosis de comida independientemente de la conducta de los animales. Skinner observó que, tras cierto número de ensayos, las palomas mostraban una serie de conductas repetitivas, que él atribuyó al desarrollo de una superstición. Es decir, la comida habría reforzado alguna conducta emitida aleatoriamente por la paloma en algún momento, de manera que la paloma habría “aprendido” que dicha conducta era la causante del suministro de comida. O, expresado de un modo empírico a la manera de Skinner, debido al emparejamiento entre una respuesta aleatoria y el suministro de comida, se habría incrementado la probabilidad de aparición de dicha respuesta. Este mecanismo fue el origen de un modelo sobre la conducta supersticiosa en seres humanos, y este experimento fue replicado otras veces con sujetos humanos.

Sin embargo, el experimento de Skinner puede tener una explicación alternativa, basada en la teoría de los sistemas de conducta. Conviene explicar primero muy brevemente dicha teoría. Ésta integra evidencia tanto de la etología como de la psicología. Su idea principal es que la manera en que un animal se enfrenta al mundo depende de la historia filogenética de su especie en interacción con su medio. De esta forma, el animal contaría con juegos o conjuntos de conductas (sistemas) cuya activación dependería de la interacción entre la motivación del animal, su contexto estimular y la historia evolutiva.

Un animal contaría con múltiples sistemas de conducta, relacionados con distintas funciones vitales: reproducción, alimentación, defensa, etc. Cada sistema estaría integrado por varios subsistemas, relacionados con diferentes conjuntos de maneras de satisfacer esas funciones vitales. Por ejemplo, en el caso de la alimentación, un subsistema sería la conducta predatoria. A su vez, los subsistemas se dividen en modos motivacionales. Éstos predisponen al animal a realizar ciertas conductas y prestar especial atención a ciertos estímulos en función de las circunstancias. Por ejemplo, dentro de la conducta predatoria habría diferentes modos: búsqueda general de alimento, que implicaría conductas de búsqueda inespecíficas como deambuleo o espera; búsqueda focal, que incluiría conductas centradas en una presa localizada, como acecho o captura; o carga/consumo, que incluye conductas como cargar con la presa o comérsela. El modo activo dependerá del contexto estimular (por ejemplo, de la cercanía de la presa; el modo de búsqueda general se activa cuando no hay presas localizadas, mientras que el de búsqueda focal lo hace cuando ya se ha localizado alguna), o de la motivación del animal. Un ejemplo de esto último viene dado en una descripción de Leyhausen (1979) sobre la conducta predatoria en el gato: si ponemos a un gato hambriento en una habitación llena de ratones, en un primer momento los matará y los devorará (modo de consumo); una vez reducida su hambre jugueteará con los ratones, capturándolos y acechándolos (modo de búsqueda específica); y tras un tiempo, se limitará a deambular y seguir con la mirada a los ratones (modo de búsqueda general). Añadir a esto que dentro de un mismo modo hay diversas conductas posibles, cuya aparición puede depender de las demandas del ambiente o de diferencias individuales, como por ejemplo el aprendizaje previo. Esta secuencia de modos ocurriría tanto en situaciones naturales, como en situaciones aprendidas (p. ej., en un entrenamiento de intervalo fijo, en el que se refuerza a la rata por pulsar la palanca tras un intervalo de tiempo, se observa que las respuestas relacionadas con el modo de búsqueda específica aumentan conforme se acerca el final del intervalo y el momento de la aparición del reforzador).

Imaginémonos ahora a la paloma en la caja de Skinner, en la que a intervalos fijos aparece comida. La teoría de los sistemas de conducta predice que lo que realmente aprende la paloma son las claves temporales sobre el EI, esto es, el tiempo que tarda en aparecer. Observando las conductas de la paloma en dicha situación, tras los ensayos de entrenamiento, se puede ver que en los puntos de máxima distancia a la aparición del EI la paloma realiza conductas propias del modo de búsqueda general, como deambular por la caja. A medida que se aproxima la aparición del EI la paloma va realizando cada vez más conductas propias del modo de búsqueda específica, como picotear o curiosear cerca del comedero. La aparición del EI (la comida), lleva a su ingesta (modo de consumo), y tras ésta la paloma volvería al modo de búsqueda específica y, paulatinamente, al de búsqueda general. Este análisis es más sencillo de realizar si se amplía el intervalo entre los EI, ya que con intervalos de tiempo tan cortos como los usados por Skinner (12-15 segundos) el modo de búsqueda general apenas se expresa.

La conclusión que podemos sacar de lo comentado anteriormente es que lo que observó Skinner, e interpretó como conductas “supersticiosas”, eran conductas estereotipadas propias de un modo motivacional concreto de las palomas, activado por la expectativa o la cercanía temporal de la aparición de alimento. La variedad de conductas que observó eran debidas a la variedad de respuestas posibles dentro de un mismo modo.

Hoy en día, existen otras explicaciones más firmes que la propuesta por Skinner sobre la conducta supersticiosa, basadas en los sesgos en la detección y ponderación de las relaciones causales y de contingencia. Sin embargo, el debate en torno a este tema sirve para ejemplificar cómo el ambientalismo extremo de la psicología de mediados del siglo XX es insuficiente para explicar satisfactoriamente la conducta animal y humana, y de cómo es necesario tener en cuenta la historia filogenética de cada especie estudiada a la hora de analizar su comportamiento.

02 julio, 2009

Feromonas en el ser humano

Hace tiempo que el estudio de la conducta sexual humana suscitó en mí la curiosidad de saber si ésta, así como otros comportamientos, estarán en parte influidos por la existencia de ciertas sustancias llamadas feromonas. No existe demasiada investigación sobre el tema en animales humanos, y buena parte de ella ha sido realizada por laboratorios que se dedican a comercializar estas sustancias, lo cual explica la baja calidad de los estudios y los intentos clamorosamente intencionados por hallar evidencia confirmatoria. Una revisión completa sobre el tema la ofrece, por ejemplo, Hays (2003). A pesar de la escasa evidencia, sin duda la que hay puede ayudar a reflexionar acerca de más de un mito sobre estas famosas sustancias.

Una definición comúnmente aceptada de feromona sería “cualquier sustancia secretada por un individuo y recibida por otro de su misma especie, en el cual provoca una reacción específica tal como una conducta definida o una reacción fisiológica”, como por ejemplo cambios en el ciclo de estro o provocación de conducta de lordosis. Las más comunes entre primates serían segregadas a través de las glándulas sudoríparas. En humanos, las axilas contienen glándulas especiales de gran tamaño, que además muestran diferencias entre hombres y mujeres. El sudor secretado por estas glándulas sirve de nutriente para ciertos tipos de bacterias, que producen variedad de olores. Otras regiones que parecen tener cantidades importantes de estas glándulas son los pezones o las mejillas. En mujeres, se cree que las secreciones de los pezones pueden ser detectadas por los lactantes, como ocurre en otras especies de animales. La saliva también sería un buen lugar para la búsqueda de feromonas, pues muchas otras especies las poseen en ella; así como los fluidos vaginales, que contienen ciertas sustancias de efecto feromonal en otros animales.

En humanos, están bien documentados ciertos efectos conductuales de los olores, concretamente en la conducta de emparejamiento, y sobre todo en el caso de la mujer, que parece ser más sensible a gran variedad de olores y sustancias, especialmente en la etapa fértil del ciclo menstrual. Muchos autores consideran estos efectos como no feromonales porque no se ajustan a la definición: no provocan una “reacción específica”. Por ejemplo, el olor corporal puede proporcionar información sobre el sistema inmunitario del individuo, llevando a la elección preferente de compañeros con un patrón de histocompatibilidad diferente al propio. Esta conducta estaría favorecida por la presión selectiva: parejas con similares patrones de histocompatibilidad tienen mayores problemas reproductivos (nacimientos antes de término, abortos e infertilidad). Un caso clarificador es el de cierta secta endógama estadounidense, en la cual las coincidencias en las parejas son menores que las esperadas por emparejamientos al azar. Los experimentos indican que tanto hombres como mujeres muestran preferencia por olores axilares de individuos con patrones de histocompatibilidad diferentes al propio. Esto no indica necesariamente un efecto directo de ciertas sustancias sobre la conducta, pues dicha preferencia puede ser explicada por una comparación entre el olor propio y el ajeno. Diferentes patrones de histocompatibilidad, por varias razones, darían lugar a olores corporales distintos.

En general, se considera que las feromonas son recibidas por el órgano vomeronasal (OVN), que envía proyecciones al bulbo olfatorio accesorio. La inexistencia de este último en los humanos y la atrofia del OVN fueron considerados durante un tiempo evidencias de la no existencia de feromonas en humanos. Sin embargo, otras revisiones (por ejemplo Baxi, Dorries y Eisthen, 2006) indican que también el epitelio olfatorio puede funcionar como receptor de feromonas, y que éste y el OVN pueden diferir en el tipo de sustancias a las que responden (por ejemplo, dependiendo de la volatilidad de la sustancia), pudiendo ambas recibir tanto olores como sustancias feromonales.

Vemos, pues, que en principio no es descabellado pensar que puedan existir feromonas en los humanos. Principalmente, la investigación se ha centrado en 3 ámbitos: los hipotéticos efectos de las feromonas axilares, de las vaginales, y de la estimulación del OVN.

En humanos se han encontrado diversas sustancias potencialmente feromonales en el sudor axilar, y los efectos de algunas de ellas han sido puestos a prueba en diversas investigaciones. Algunos estudios han encontrado resultados positivos tales como el incremento de sentimientos de atracción hacia miembros del sexo opuesto, o el incremento de la conducta de sumisión en mujeres en período de ovulación. Sin embargo, la mayoría cometen graves fallos metodológicos, como la ausencia de grupo control y la no utilización de sustancias de olores similares o del enmascaramiento para descartar efectos directos del olor, como por ejemplo reacciones afectivas derivadas del aprendizaje. Los estudios que sí incorporaron dichos métodos de control no encontraron efectos significativos de posibles feromonas. A pesar de esto, muchas empresas no dudan en vender estas sustancias como potenciadores del atractivo sexual.

Una vía específica de investigación con este tipo de moléculas es la de la sincronización del ciclo menstrual en mujeres mediada por las feromonas axilares. Se parte de la hipótesis de que mujeres que conviven juntas acabarán sincronizando sus ciclos menstruales. Diversos estudios hallan evidencia de este fenómeno en múltiples contextos (residencias universitarias, parejas de lesbianas, miembros de la misma familia, etc.). El mismo fenómeno ha sido encontrado en otras múltiples especies. Sin embargo, muchos de los estudios en humanos han sido criticados por errores metodológicos, lo cual resta credibilidad a la evidencia. Otros estudios muestran que la longitud del ciclo menstrual de la mujer puede variar con la exposición a olores axilares de otras mujeres, y acelerarse con la interacción repetida con hombres. Sin embargo, en general puede considerarse que la evidencia es insuficiente para afirmar que existe un efecto claro.

En cuanto a las feromonas vaginales, llamadas copulinas, se sabe que tienen una poderosa influencia en la conducta de apareamiento de otros animales. Sin embargo, se carece completamente de evidencia de este hecho en humanos. Tales sustancias se encuentran en mujeres, pero probablemente tengan otro tipo de funciones. Además, el hecho de que la ovulación en la mujer sea encubierta (lo cual tiene una sólida explicación evolutiva) apoya la idea de que tales efectos no existen en nuestra especie. Esto, al igual que en el caso anterior, no impide que algunos se planteen la idea de comercializar productos basados en estas moléculas.

Por último, están los estudios de estimulación del órgano vomeronasal, o más correctamente de sustancias que estimulan las células de dicho órgano. En mujeres, se ha comprobado que las células del OVN reaccionan a la androstadediona (una sustancia axilar), y que la exposición a esta sustancia enmascarada por otros olores provoca cambios en el sistema límbico, evaluados por neuroimagen, así como en la temperatura y la conductancia de la piel. Estudios conductuales encuentran una reducción de estados afectivos negativos. En hombres, se ha hallado un patrón de respuesta fisiológica semejante ante el estratetraenol (una sustancia presente en la orina de las embarazadas), aunque no de la respuesta conductual, que parece ser opuesta. La reflexión sobre las posibles causas evolutivas de estos resultados hace que parezcan bastante coherentes y probables. Esto podría sugerir que, a pesar de su atrofia, el OVN podría tener ciertas funciones de recepción de sustancias en el ser humano, aunque el efecto también podría estar mediado directamente por la mucosa olfativa. Cabe señalar que estos estudios carecen también de grupo control, aunque el número de individuos sin OVN es importante (es frecuentemente dañado en cirugía nasal); y que además son escasos, por lo que sería útil contar con más réplicas. No obstante, siguen siendo la evidencia más clara de existencia de feromonas en el ser humano, lo cual también ha llevado a su pronta comercialización.

Esta breve revisión de la evidencia acumulada hasta hoy en día permite sacar muy pocas conclusiones. Es difícil discriminar las publicaciones serias y rigurosas de las propagandísticas, y buena parte de los estudios están subvencionados por compañías que comercializan productos con un supuesto efecto feromonal. Podríamos decir que, de existir, el efecto de posibles feromonas en humanos sería bastante discreto y sutil, lejos de los increíbles resultados que nos venden algunas empresas. Se puede comprobar además que es una forma de influencia en la conducta de los semejantes que tiene poca importancia en los simios del Viejo Mundo, en contraste con los del Nuevo Mundo, lo cual también apoya la idea de que su valor es escaso en nuestra especie, para la cual existen muchas otras claves (principalmente visuales) para la elección de pareja.

Referencias:

Hays, W. T. S. (2003): Human pheromones: Have they been demonstrated? Behavioral Ecology and Sociobiology, 54, 89-97.
Baxi, K. N., Dorries, K. M., Eisthen, H. L. (2006): Is the vomeronasal system really specialized for detecting pheromones? Trends in Neuroscience, 29 (1).
Rantala, M. J., Eriksson, C. J. P., Vainikka, A., Kortet, R. (2006): Male steroid hormones and female preference for male body odor. Evolution and Human Behavior, 27, 259-269.


04 mayo, 2009

Relaciones a través de Internet: puntos positivos

Por lo general, la interacción social a través de Internet (chat, mensajería instantánea…) no goza de muy buena consideración. Se dice que la comunicación pierde el calor y los matices del cara a cara, que es más fácil engañar, que todo gira en torno al sexo. Los medios siempre ponen ejemplos de niñas que mandaron datos que no debían a perversos pedófilos camuflados, de ocultaciones de identidad, de omisión de datos. Parece que Internet invita a mentir y engañar sobre uno mismo para de este modo conseguir fines malévolos, amparándose en el anonimato que propicia la red. Sin embargo, los medios no suelen ser casi nunca el lugar idóneo para informarse de las cosas. Es innegable que tales cosas existen en Internet; no obstante, una visión más en profundidad puede mostrar grandes beneficios de la interacción a través de la red.

Para empezar, y como respuesta a los que dicen que la comunicación pierde calidad, es evidente que cambia el modo de intercambiar información. No se ve la cara de la otra persona, no hay lenguaje no verbal, no hay prosodia… Esto puede dar lugar, en ocasiones, a ambigüedades y a errores de comprensión. Sin embargo, este problema puede ser atribuible más a errores en la expresión del usuario que al medio en sí (nadie puede negar que una buena novela sea incapaz de expresar emociones… una muestra del poder del lenguaje escrito). Además, al igual que en su momento el correo o el teléfono, Internet tiene un enorme potencial para intercambiar información, lo cual, a pesar de las diferencias con respecto a la interacción directa, lo hace una herramienta valiosa para relacionarse.

Por otro lado, existe un cuerpo de evidencia que respalda que las relaciones manejadas a través de Internet pueden ser de calidad. Bargh, McKeena y Fitzsimons (2002) postulan que Internet promueve la expresión de lo que ellos llaman true self (yo real). En una interacción cara a cara, las personas tienden a inhibir algunas características de su personalidad que consideran que pueden ser rechazadas o pueden causar desaprobación social. Internet incluye dos características que pueden favorecer el actuar con mayor naturalidad: el anonimato, que permite expresarse al margen de las expectativas de comportamiento que podrían tener de nosotros y minimiza el riesgo de sanciones sociales; y la ausencia de coste de expresar aspectos tabú de uno mismo. En principio, toda persona tendría una motivación a evaluar socialmente su self, mostrándolo ante los demás para comprobar su reacción. En una situación cara a cara, es mucho más costoso, y por ello difícil, mostrar este self tal y como es. En una serie de tres experimentos, estos autores comprobaron que el yo verdadero estaba más accesible para los sujetos tras una interacción por Internet, pero no tras una interacción cara a cara (en la que se inhibían estratégicamente ciertos aspectos) o en una situación sin interacción. También se halló que la primera impresión era más positiva tras un primer encuentro por Internet, pues se tiende a atribuir características ideales al interlocutor, así como a aceptar más fácilmente aspectos de la personalidad del otro. Enlazando con esto, otro estudio (McKeena, Green y Gleason, 2002) encontró que es posible formar relaciones profundas y significativas a través de Internet, incluso a mayor velocidad que con interacciones cara a cara (exp. 1); que estas relaciones pueden prolongarse en el tiempo y extrapolarse con éxito a la vida real (fuera de la red) (exp. 2); y que esto puede deberse a una mayor intimidad y cercanía en la interacción por Internet, contrapuesto a una mayor superficialidad de las interacciones cara a cara. Comentaré un último estudio, de Mesch y Talmud, en el que se comprueba que en las relaciones por Internet, al igual que en las cara a cara, la similaridad es un factor importante a la hora de buscar y formar relaciones. Esto permite concluir que, si tenemos en cuenta que Internet favorece la apertura, sería más sencillo identificar personas similares, con lo que aumentaría también la probabilidad de formar relaciones significativas.

De todo esto, creo que se puede concluir con bastante certeza que Internet es, como mínimo, una buena herramienta de creación y/o apoyo de relaciones personales. Sería demasiado intrépido, a mi entender, afirmar que por sí solo puede sostener una relación plena. Pero sí puede ser un complemento muy valioso, y no conviene despreciarlo ni temerlo. Aunque, por supuesto, como con casi todo, la prudencia nunca está de más.


McKeena, K. Y. A.; Green, A. S.; Gleason, M. E. J. (2002): Relationship formation on the Internet: What's the Big Attraction?. Journal of Social Issues, 58 (1), 9-31.

Bargh, J. A.; McKeena, K. Y. A.; Fitzsimons, G. M.: Can you see the Real Me? Activation and expression of the "True Self" on the Internet. Journal of Social Issues, 58 (1), 33-48.

Mesch, J.S.; Talmud, I.: Similarity and the quality of online and offline social relationships among adolescents in Israel. Journal of Research on Adolescence, 17 (2), 455-466.

La pseudopsicología en la televisión (I). Monk

Es bastante común en televisión que se distorsione el rol del psicólogo y su papel. Esta recreación televisiva provoca constantemente concepciones erróneas en la gente de lo que es la psicología y cuáles son sus métodos. Las pseudociencias se nos muestran frecuentemente en tv como tratamientos acreditados de manos de actores que interpretan a prestigiosos psicoterapeutas, haciendo creer a los espectadores que eso es lo que realmente se hace en una consulta psicológica o psiquiátrica. En este caso os vengo a hablar de una famosa serie de detectives donde se aprecia este fenómeno. Su nombre es Monk.

Monk es una serie policíaca que se caracteriza por su pintoresco protagonista, Adrian Monk, un detective privado que padece de un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), además de un sinfín de fobias poco comunes (entre otros problemas). A menudo en la serie podemos ver como Monk acude a su psiquiatra de corte psicoanalista para ir paliando sus múltiples obsesiones, compulsiones y fobias. Si continuamos viendo la serie durante un tiempo fácilmente podemos reparar en que nuestro excéntrico protagonista sigue acudiendo a su tratamiento psicoanalítico capitulo tras capitulo sin aparentes resultados.

Esto que podría parecer una simple anécdota de una serie de televisión es un vivo reflejo de una estafa que le ocurre en la realidad a cientos de personas. Un paciente con un problema acude a un psicoanalista esperando encontrar una solución en esta pseudociencia pero en vez de eso se tira meses y meses, incluso años pagando a un terapeuta, contándole sus penas y angustias sin que la enfermedad desaparezca o disminuyan sus síntomas.

Y es que la televisión a menudo a nos ofrece una visión muy irreal de lo que es la psicología. La increíble influencia que tiene el psicoanálisis y otras pseudociencias psicológicas en cine y la literatura nos hacen pensar que lo normal es un psicólogo que resuelve los problemas con hipnosis, rituales extraños, interpretando sueños, hablando del inconsciente, las pulsiones o las represiones de la infancia, como sucede en las series de televisión; nada más lejos de la realidad. Existen muchos estafadores como en nuestro ejemplo televisivo que se aprovechan de la desinformación del usuario para llenarse los bolsillos ofreciendo esperanzas que nunca llegan pero por la contra si existen tratamientos eficaces basados en ciencia que podrían haber resuelto los problemas de Monk hace años (si este fuera real).

La psicología científica, a diferencia del psicoanálisis y otros charlatanes, dispone de tratamientos muy bien establecidos para el TOC, uno de ellos es el EPR (exposición con prevención de respuesta), tratamiento de demostrada eficacia en varios estudios con diseño de grupo llevados a cabo por diferentes investigadores. Asimismo también existen tratamientos de eficacia probada para fobias específicas, como podría ser el tratamiento por exposición in vivo o algunas formas de terapia cognitivo-conductual. La Farmacoterapia tampoco se queda atrás con estudios que avalan la eficacia de medicamentos para estos problemas (clomipramina, fluoxetina, fluvoxamina, sertralina, paroxetina, etc.). Pero en vez de eso nuestro personaje así como otras personas del mundo real que padecen estos trastornos deciden acudir a terapias alternativas pseudocientíficas que solo intentan estafar al usuario con charlatanería barata.

Cuando necesite acudir a un psicólogo recuerde que lo que se ve en televisión no es un reflejo de lo que ocurre en una terapia seria, en la gran mayoría de los casos ni siquiera se acerca remotamente a lo que se hace en una consulta psicológica de verdad. Puede que el inconsciente, las pulsiones y demás palabrería queden muy bien en televisión pero para una persona con problemas no es tan divertido ser engañado con estas argucias. El trastorno obsesivo compulsivo así como las fobias son patologías para las que a día de hoy la ciencia dispone de soluciones. No se deje engañar, pida terapias acreditadas por profesionales cualificados y deje de dar de comer a los timadores.

25 abril, 2009

Los pseudopsicólogos en España. ¿Se aplica siempre el tratamiento correcto?

Todos estamos de acuerdo en que la psicología es una disciplina con estatus de ciencia, y como tal, el psicólogo debe adaptarse a esta premisa en su práctica profesional. Tanto en los códigos deontológicos americano como en el español, así como el mayoría países, se recoge por escrito la obligación de todo psicólogo de basarse en el conocimiento científico y de usar procedimientos suficientemente demostrados (artículos 1.05, 1.06 del APA, articulo 18 del COP).

Lógicamente esta formulación no se añade por capricho. Un psicólogo debe ser consciente de sus deberes profesionales y está obligado a procurar la mayor eficacia en su trabajo, así como un rendimiento óptimo de cara al paciente con los recursos de que actualmente dispone la ciencia. Para ello la psicología posee varias herramientas que nos orientan en nuestro camino científico hacia un buen éxito terapéutico, como son las guías de tratamientos psicológicos eficaces, donde se recopila la evidencia empírica que apoya y prioriza la aplicación de un tratamiento u otro sobre una patología concreta.
Aunque mucha gente no lo crea actualmente disponemos de suficientes investigaciones en el campo de la psicoterapia como para asegurar tratamientos al menos tan efectivos como la alternativa psicofarmacológica. Por ello es de vital importancia elegir bien entre todo el abanico de terapias posibles, centrarnos en las que dan mayor porcentaje de mejoría. Pero… ¿esto se tiene en cuenta siempre antes de elegir tratamiento?

¿Usted como lector cree que los psicólogos suelen emplear siempre la terapia más efectiva en cada caso? ¿Cree Ud. que normalmente los psicólogos tienen en cuenta la investigación que valida los tratamientos? ¿Cree que se elige siempre las prácticas demostradas frente a la charlatanería? Tristemente la respuesta parece ser no.

En una investigación realizada por Norcross y Prochaska (1983) se les preguntaba a los psicólogos clínicos cual era la razón por la que habían optado por una orientación u otra. Los resultados mostraron que la gran mayoría de los psicólogos escogía un tipo de psicoterapia por razones personales como gustos propios o porque era la orientación de su maestro/mentor. Sin embargo, casi nadie alegaba que usaba una orientación determinada porque era la más adecuada para el paciente, porque estaba más validada de forma empírica o porque los metaanálisis mostraban más mejoría en un trastorno concreto.

Otra investigación en la misma línea, publicada por Garb (2000) sugiere que existe una fuerte predisposición en los profesionales de la psicología para guiarse por su experiencia propia antes que por la investigación empírica, además de una marcada tendencia a no establecer observaciones metodológicas y no atender a la investigación empírica cuando ésta contradice sus observaciones personales.
Esto es especialmente peligroso, ya que normalmente por la limitación de tiempo no se suele evaluar el éxito de la intervención, cuando se evalúa suele ser de forma metodológicamente pobre y por si fuera poco tampoco se realizan seguimientos a los pacientes, tanto como nos gustaría, para ver hasta qué punto nuestro tratamiento fue exitoso.
No es nada infrecuente que la experiencia propia nos lleve a conclusiones erróneas o nos lleve a aplicar tratamientos aparentemente curativos pero que no lo son tanto (estos “profesionales” parecen no darse cuenta).

Vamos a añadir un tercer estudio ilustrativo de esta idea, esta vez en ámbito español, de Santolaya Ochando, Berdullas Temes y Fernández Hermida (2000), donde se analizaban las orientaciones teóricas declaradas por psicólogos colegiados que se dedicaban a la psicología clínica. Según las conclusiones de este estudio, un gran porcentaje de “profesionales” en nuestro país se encuentran en modelos teóricos que no cuentan con ninguna terapia acreditada.

La conclusión que podemos sacar de todos estos datos, es que la situación en psicología es muy mejorable. Supongo que el arrastrar una tradición filosófica, el desconocimiento del usuario medio o la implicación de estudios de la mente humana hacen a la disciplina psicológica especialmente apta para farsantazos y estafadores varios. No es ningún secreto que en psicología hay mucho charlatán que prefiere creencia a ciencia. Sin embargo, hay grandes profesionales que usan tratamientos muy contrastados y que desarrollan un innegable servicio a la salud mental, siempre escudados en la evidencia científica, y eso es lo que debemos buscar y reivindicar. Como no podía acabar el artículo sin aportar nada constructivo a la crítica me gustaría recalcar la importancia de basarse en la ciencia y en los estudios de verdad. De igual modo me gustaría decirles a los pacientes que se informen antes de acudir a un psicólogo, para exigir competencia y profesionalidad, y alertar a la gente ante el gran abanico de chamanes chupacuartos para que busquen una terapia seria. Que demanden servicios de calidad y pruebas objetivas, que no tengan miedo de preguntarle a un psicólogo su corriente y que se informen de las implicaciones que esto conlleva. La psicología puede ser de gran ayuda a sus problemas pero solo si se escoge el profesional adecuado.



Referencias bibliográficas usadas en el artículo: Labrador, F.J. (Ed.) (2008). Técnicas de modificación de conducta. Madrid: Pirámide.
Pérez, M., Fernández, J.R., Fernández, C. y Amigo, I. (Eds.) (2003). Guía de tratamientos psicológicos eficaces I. Adultos. Madrid: Pirámide.

15 abril, 2009

Como buscar información de psicología en la Red

La psicología como disciplina mostro una gran expansión desde los últimos años, un desarrollo frenético que multiplico exponencialmente la cantidad de bibliografía disponible en este ámbito científico. Existe una gran cantidad y variedad de información útil de muy diversa índole. El problema radica en que cada vez existe más información a distinguir. El gran volumen de documentación tanto disponible como de nueva aparición hace imprescindible que se desarrollen una serie de habilidades y recursos para acceder a esta investigación de forma rápida discriminando lo útil de lo que no lo es. Además de esto, debemos tener en cuenta que la información envejece cada vez más rápido y todo licenciado tanto investigador como profesional aplicado necesita un acceso a esta información de forma bastante periódica para estar “al día” en su trabajo.
El objetivo de este artículo es mostrar cuales son los recursos y estrategias de búsqueda en internet de estas publicaciones.

Las direcciones que figuran con un asterisco (*) son para acceso SOLO desde la red de la USC (Universidad de Santiago de Compostela)

Bases de datos de la APA (American Pychological Association): la base de datos más importante y primera referencia obligada. Es el buscador mas completo, el mas usado y el que permite definir mejor las variables de busqueda. El problema radica en que es de pago, solo podremos consultar previa suscripción privada o institucional. En nuestro caso podremos acceder desde la universidad (USC) de forma gratuita.

* PsycINFO
* PsycARTICLES
* PsycBOOKS
* PsycCRITIQUES
* PsycEXTRA

Bases de datos del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas): base de datos que contiene la producción científica publicada en España desde los años 70. Recogen fundamentalmente artículos de revistas científicas y de forma selectiva actas de congresos, series, compilaciones, informes y monografías. Es de acceso gratuito.

CSIC, ISOC - PSICOLOGÍA

También disponemos de otras Bases de datos importantes de acceso gratuito desde el FECYT (Federación Española para la Ciencia Y Tecnología) como MEDLINE e ISI Web of Knowledge (En algunos casos a pesar de ser de acceso gratuito necesitamos que nuestra entidad este suscrita al no permitir el acceso de forma particular, en este caso la USC lo esta)

* MEDLINE

PSYKE
SCOPUS
TESEO (Solo para tesis doctorales)

PUBMED
NLM GATEWAY

* ISIKNOWLEDGE
* ISIKNOWLEDGE – Journal of Citation Reports
* ISIKNOWLEDGE – ISI Proceedings
* ISIKNOWLEDGE – Web of Science

En caso de no tener acceso a estas bases de datos, disponemos de unos Buscadores Específicos para obtener información más selectiva y de ámbito científico, a los que deberemos recurrir antes de los buscadores generales.

GOOGLE ACADÉMICO
LIBRA ACADEMIC SEARCH
SCIRUS


Referencias bibliográficas usadas en el artículo: Labrador, F.J. (Ed.) (2008). Técnicas de modificación de conducta. Madrid: Pirámide

08 abril, 2009

Los test de inteligencia y el CI

No he podido dejar de notar que la mayoría de perspectivas entienden que las pruebas de CI evalúan capacidades. Esto es, una serie de problemas abstractos evalúan una capacidad más general de resolución de problemas relacionados en el contexto más amplio de la vida cotidiana. Sin embargo, hay evidencia bastante consistente de que lo que evalúan en realidad no son capacidades, sino habilidades. Puede parecer que hay pocas diferencias, pero en realidad el cambio de perspectiva es importante.

Para empezar, planteándonos el problema del CI desde el punto de vista de las habilidades cognitivas, nos encontramos con que éstas son poco generalizables. Esto es, un buen rendimiento en la tarea X no implica un buen rendimiento en la tarea Y, siendo ambas tareas que comparten la misma estructura formal pero distintos contenidos. Esto es lo que nos encontramos en los test de inteligencia, en los que aparecen una serie de problemas abstractos, de cuya resolución en absoluto podemos inferir una generalización. Ello pone en duda el valor predictivo real de los test de CI.

Por otro lado, si asumimos que los test de inteligencia miden habilidades, y una cartacterística esencial de éstas es que son aprendidas, el CI carecería por completo de valor alguno, pues puede ser entrenado. Me remito al famoso estudio de Baltes y Willis, en el que se demostró que era posible mejorar la puntuación de CI de un grupo de ancianos en tan sólo unas pocas sesiones. Esto implica que es posible puntuar alto en un test de inteligencia entrenando únicamente los problemas abstractos que lo componen, sin que esto necesariamente implique una más eficiente resolución de problemas en un contexto ecológico, lo cual también pone en duda el valor predictivo del CI. Del mismo modo, tampoco podríamos esperar que un adecuado afrontamiento de problemas en la vida cotidiana se vaya a ver reflejado en un test.

Por supuesto, los test de inteligencia no contienen sólo problemas abstractos, sino también ejercicios con componente semántico. Más claro está en esta situación que el aprendizaje, y no la capacidad, es el que determina el resultado.

Pero no es sólo el hecho de que los test de inteligencia midan rendimiento en tareas formales específicas es criticable. Aún si considerásemos que lo que evalúan realmente son los procesos cognitivos por los cuales se resuelven estos problemas, independientemente del tipo de tarea y del conocimiento semántico, estaríamos hablando de habilidades entrenables. Las estrategias de resolución de problemas también se aprenden, habiendo una clara distinción entre expertos y novatos. No se puede concluír que una persona es más inteligente que otra sólo porque la primera es capaz de resolver un problema con mayor eficiencia. Tampoco aquí encontramos nada que apoye el valor predictivo de los test de CI.

Y ahora viene la pregunta: ¿cómo podemos explicar que correlacione en cierta medida con el éxito académico? Pues por varias razones. Primero, en muchos países el CI se utiliza como dato para filtrar a la gente. Esto es, sin un CI alto, el sistema no da la posibilidad de tener éxito académico. Podríamos incluír aquí el efecto de profecía autocumplida. Segundo, si sabemos que los test de inteligencia miden habilidades, y éstas son aprendidas, es razonable pensar que la persona con alto CI las ha aprendido en algún sitio. Cabe suponer que esta persona ha estado sometida, por los motivos que sean (motivación, presión de los padres, aprendizaje vicario...), a una mayor estimulación, lo cual en principio también se reflejaría en sus resultados académicos.

¿Y qué hay de esa observación del profano, de que las personas con un alto CI "parecen inteligentes"? Bueno, la gente de la calle suele confundir "inteligencia" con "sabiduría". Curiosamente, andan menos desencaminados que muchos psicólogos de pro. Simplemente, las personas con una buena estimulación cognitiva puntúan un CI más elevado, y también suelen hacer gala de mayor conocimiento debido precisamente a esa mayor estimulación.

¿Y qué nos queda de todo esto? Pues que es probable que los test de inteligencia desde el punto de vista de las capacidades, y el concepto de CI, valgan para bien poco. O, al menos, que no es adecuado el uso que actualmente se hace de ellos.

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