05 abril, 2009

Sobre el respeto y la legítima diversidad de teorías

A menudo los detractores de la superstición y las prácticas no demostradas reciben duras amenazas y críticas por parte de colectivos que ven amenazados su nuevo filón de oro o sus arraigadas creencias irracionales.

Ayer mismo, recibimos un pequeño puñado de cariñosos insultos insípidos e infantiloides. ¿La razón? Estos “iluminados abiertos de mente” tienen la creencia irracional de que los hechos no necesitan ser demostrados. Cualquiera puede aplicar sus credos y experiencias oriundas al campo de la salud escudándose en la honorable frase de “la diversidad siempre es buena”.

Esta diversidad o variedad de alternativas “terapéuticas”, lejos de ser útil, constituye una práctica deshonesta que se aprovecha de la ignorancia de la gente. O bien se alude a lo profundo de la sabiduría tradicional, se afirma que la ciencia no lo sabe todo, o se recurre a falacias argumentativas típicas “si lleva existiendo tanto tiempo significa que alguna utilidad tendrá” “si a tanta gente le funciona será que por algo” o la mítica y archiconocida falacia de “fulanito fue al gurú X y salió curado”. Todos estos argumentos tienen algo en común, se basan en errores de razonamiento. Y al no reflexionar sobre ellos, en principio nos podrían parecer realidades legitimadoras del uso de estas conjeturas. La lingüística nos confunde y aparecen falsas explicaciones que se disfrazan de verdaderas evidencias. En realidad esto no es más que una maniobra justificadora para instarnos a abandonar tratamientos probados a lo largo de diversas investigaciones para optar por una “esperanzadora cura” que no tiene más garantías que la palabra del pseudocháman de turno que fervientemente asegura que funciona.

Cuando criticas con la evidencia en la mano alguna de estas dudosas prácticas, negligentes para el paciente, y demuestras que una de estas chapuceras teorías no se sostiene, alegas que no dispone de soporte empírico o que nunca se haya hecho una investigación al respecto. Entonces es cuando a falta de argumentos para rebatir tus acusaciones, llega el ataque de siempre: “¡eres un radical cientificista!, hay que respetar las teorías y prácticas de los demás”

Sé que en los tiempos que corren no hay nada más bonito que hablar de respeto, moralidad, apertura al conocimiento ancestral y a las sabias tradiciones místicas. Pero difícilmente se puede respetar a un estafador que cambia certezas por explicaciones mágicas, o tratamientos actuales y testados por medicina del siglo pasado. Si un médico recurriera a prácticas tradicionales y nos cauterizara una herida con un hierro ardiente en vez de aplicarnos unos puntos pondríamos el grito en el cielo, volarían las demandas, nos cagaríamos en toda su familia. Seguro que en estas circunstancias nadie aludía al respeto por la utilización de métodos alternativos. Sin embargo si un “médico” naturista nos recomienda abandonar un tratamiento médico para tomar una hierbecita que se lleva suministrando desde la edad media sin mucho resultados, es un visionario, alguien que nos trata sin aludir a métodos artificiales y que se respalda en tradiciones centenarias en vez de recurrir a las malvadas farmacéuticas.

El respeto parte de considerar algo como valioso o útil. Si bien podemos respetar ciertas prácticas en su contexto histórico, cuando no se disponía de mayores medios, hoy en día, en el marco actual, nos sería imposible hacerlo. Como colectivo conocedor de la ciencia tenemos el deber de fomentar un pensamiento crítico y desenmascarar fraudes que atentan contra la salud. Quitarle el trabajo a esos farsantazos que se nutren de la desgracia ajena, que a pesar de no tener la constancia para estudiar una carrera creen que pueden desempeñar la misma tarea que los profesionales cualificados o incluso mejor que estos. Pasarte media vida en un laboratorio para convertir una idea en un bien para la humanidad no es tarea fácil, sin embargo esto beneficia a millones de personas. Por contra, un pseudocháman que no se cimienta en supuestos sólidos, que no realiza estudios, que no invierte el tiempo documentándose, leyendo bibliografía o comprobando sus teorías exige el mismo respeto a pesar de estar cometiendo un fraude descarado y mostrando una brutal indiferencia ante los problemas ajenos. Sinceramente no se lo merece. Así que antes de acusar a alguien de radical, irrespetuoso o sectario pensad en el poco respeto que muestran estos personajes de “mentalidad abierta y actitud tolerante” a los derechos que poseen las personas de recibir el mejor tratamiento posible a su enfermedad.

1 Comentário:

eli dijo...

Y lo peor de todo este asunto es que dichos chamanes, la mayoría de las veces, engañan a gente que se encuentra en situaciones desesperadas, en las que no ven una salida o les parece demasiado lento el proceso, ya que vivimos en una sociedad de "aquí y ahora"...
He oído un montón de casos de charlatanes(charlatán entendido como "persona que practica algún tipo de estafa con el fin de conseguir beneficio económico o alguna otra ventaja mediante el engaño o la superchería") en los que prometían curación en casos de metástasis que no tenían remedio.
Bueno no le mío más que no quiero complejo de persiana jeje...
Me ha encantado el artículo... y deseo que desaparezca toda esa panda de inmorales que sólo quieren ganar dinero sin importales ni un poquito la vida de los demás.

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